Diez años atrás, la ciudad de Elantris era la capital del reino de Arelon y sus habitantes, los elantrinos, eran humanos transformados por una fuerza mágica llamada la Shaod (la Transformación), la cual les otorgaba grandes poderes y una larga vida. Por ello, se consideraban a si mismos dioses y, gracias a su poder e influencia, mantenían el reino próspero y en paz, puesto que nadie osaba enfrentarse a la magia elantrina.
Pero la magia, por algún motivo desconocido, falló y Elantris comenzó a corromperse junto a sus habitantes, quienes se convirtieron en unas criaturas infestas, simples despojos carentes de cualquier poder de antaño. Asimismo, también se truncó la prosperidad de Arelon y la seguridad de sus fronteras.
De hecho, por ese motivo, en vista de una posible invasión del imperio fanático de Fjordell, se pacta una alianza con el reino de Teod, el último reducto de resistencia, prometiendo a la teodisa princesa Sarene con Raoden, el príncipe heredero de Arelon. El problema surge cuando, tras su llegada a Kae (la capital de Arelon, situada al lado de Elantris como recuerdo del prestigio de una época pasada), le comunican que su marido ha fallecido.
A pesar de todo, el acuerdo persiste y debe proteger la alianza entre Arelon y Teod a toda costa. En especial debe vigilar a Hrathen, un clérigo Fjordell también recién llegado a Kae y que está dispuesto a todo para convertir a su religión a todo el reino.
Lo que ellos no sospechan es qué le pasó realmente al príncipe Raoden. Cómo, transformado por la Shaod, se ha convertido en un ser miserable, abandonado a su suerte en la decrépita ciudad de Elantris, donde agonizan el resto de despojos humanos que han corrido su misma suerte. Su única esperanza de supervivencia, así como la salvación de su reino, radica en unir a los elantrinos y, sobretodo, en descubrir porqué la magia dejó de funcionar.
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